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Las Grutas de Cacahuamilpa

Enrique Gómez V.

Abril 2017.


La gruta de Cacahuamilpa es sin duda alguna, la caverna más conocida en el valle central de nuestro país, sitio de múltiples estudios científicos y un atractivo turístico que a la fecha es parte de la agenda de los visitantes. Ubicada a 150 kilómetros al sur de la ciudad de México, en el estado de Guerrero, en el municipio de Pilcaya, próxima al límite con los actuales estados de Morelos y México, ha sido recorrida por mexicanos y extranjeros desde su descubrimiento en la tercera década del siglo XIX. Su fama se da por sus impresionantes formaciones rocosas naturales, ocasionadas por la filtración de agua y la desclasificación de las piedras, la gruta se forma por el paso del río San Jerónimo. Las grutas se dividen en tres tipos: jóvenes, maduras y fósiles; Cacahuamilpa está en la etapa madura, con desarrollo activo de espeleotemas[1].


En la gruta se aprecian diversos colores por los óxidos, todos ellos sobre las formaciones, el color verde es oxido de cobre (no confundir con el verde de las formaciones de musgo), el rojo es oxido ferroso, el gris es el color de la calcita y el blanco es el carbonato de calcio.


En el último cuarto del siglo XIX, el geólogo Mariano Bárcena reportó la existencia de utensilios de origen prehispánico hallados en excavaciones realizadas en el interior de la cueva. En 1971 se llevaron a cabo estudios sobre algunos enterramientos en los alrededores del sitio, en donde encontraron restos humanos correspondientes al periodo Preclásico, es decir, con una antigüedad de unos 3 000 años. Los enterramientos fueron encontrados "a la altura del estacionamiento de la carretera que permite el acceso al río Chontalcoatlán".[2]


La historia del lugar se basa principalmente en algunas crónicas, estas mencionan que fue utilizada como escondite durante la guerra de Independencia; se asegura que Vicente Guerrero ocultaba armas y municiones en su interior y que era un enclave importante para la guerrilla que comandaba. Si bien es probable que así haya sucedido, lo cierto es que no se identificaron fuentes primarias que lo comprueben.



Las expediciones formales a Cacahuamilpa comenzaron a partir de 1833, después de que Manuel Sainz de la Peña, vecino del poblado de Tetecala, permaneció oculto en el interior de la gruta debido a que era perseguido por herir en una pelea a Juan Puyadi, lo que confirma que se usaba como escondite por los lugareños. Una vez garantizada su seguridad personal, Sainz de la Peña regresó a Tetecala, en donde dio cuenta de las maravillas que encontró en su magnífico e imponente refugio. También se menciona en algunos relatos que el prófugo se ocultó ahí hacia 1827, que al salir le comentó al padre Mucio Valdovinos su hallazgo, y que fue este quien dio a conocer la ubicación de la caverna y así comenzaron las visitas en el antes mencionado año de 1833.


La primera noticia documentada de la existencia de la gruta fue publicada en 1836 como un comentario en una nota a pie de página en la obra de Carlos María de Bustamante, Mañanas en la Alameda, en donde hizo referencia a un manuscrito del "reconocimiento hecho de la famosa Caverna de Cacahuamilpa", y formuló votos por que se tradujera del francés y se diera a conocer al público.



Brantz Mayer, secretario de la legación estadunidense entre 1841 y 1842, plasmó sus impresiones de viaje en su libro México, lo que fue y lo que es, y describió con gran detalle el camino a la caverna. La noche anterior a su exploración, Mayer y su grupo se quedaron en el rancho de Michapa, en una choza de indígenas "de barro y cañas entrelazadas", en donde fueron recibidos "con gran cordialidad" por Miguel Benito, en donde pasaron "una velada [muy] agradable". Benito era el mismo personaje que recibió a los Calderón, y quien acompañó a Mayer a la caverna, lo que demuestra que la prohibición de llevar visitantes extranjeros no fue muy severa. Sin embargo, antes de llegar a las inmediaciones de la gruta, se encaminaron hacia la aldea de Cacahuamilpa, en donde tuvieron que entrevistarse con el alcalde para obtener una "licencia" para entrar al monumento natural, lo que sorprendió mucho a Mayer, dado que él y sus acompañantes tenían "pasaportes del Gobierno Mexicano para ir a donde bien [les] pareciese". Cuando el alcalde y su secretario examinaron los permisos, le comunicaron a Mayer (1953) que: Los señores desean visitar la cueva, y tienen permiso de los alcaldes y jefes de México para ir a donde les pareciere conveniente; todo eso es verdad; pero esa libertad no se refiere a la cueva de Cacahuamilpa, porque dicha cueva está bajo tierra, y el pasaporte no habla sino de lo que está encima. Los señores tienen que obtener licencia del prefecto de aquí, y además, han de pagar para que se la den.[3]


Sobra decir que todo el grupo tuvo que pagar, y llama la atención que desde fechas tan tempranas a partir del "descubrimiento" de la caverna, los lugareños ya cobraban por visitarla. Finalmente partieron rumbo a su destino con doce o trece indios contratados por el anfitrión para servir de guías, cargados con "teas y antorchas para encenderse dentro". Para llegar a la gruta era preciso descender una hondonada por un sendero muy empinado, cubierto de arbustos y maleza, y trepar por peñas y salientes de roca.


Por otra parte, debido al incremento de visitantes a Cacahuamilpa, en 1847 Francisco Modesto Olaguíbel, gobernador del Estado de México, dictó la orden de que los excursionistas sólo podrían entrar con un permiso del prefecto de Distrito. La intención de dicha medida era proteger la gruta de la depredación provocada por quienes la visitaban. También ordenó que se cobrara un dólar por cada visitante, y que ese dinero se usara para mantener el camino en buenas condiciones, y para sostener las escuelas de la localidad. Sin embargo, en 1853, durante la última administración de Antonio López de Santa Anna, se derogó dicha orden y se dispuso que hubiera un conserje encargado de cuidar el acceso, y que la entrada fuera libre.


Se dice que en la época de la Reforma, el entonces presidente Ignacio Comonfort exploró la caverna, pero no hay más pruebas que los dichos de viajeros que posteriormente visitaron el lugar y aseguran haber visto su firma en alguna de las paredes. De lo que no hay duda es de que la gruta siguió siendo un destino muy atractivo, como lo demuestra el hecho de que en tiempos del segundo imperio la emperatriz Carlota visitó el lugar, como ella misma lo narra en una carta que escribió a José María Gutiérrez de Estrada, uno de los promotores de la llegada de Maximiliano de Habsburgo a México. Carlota acudió a "la bella gruta" en mayo de 1866, la calificó como "una de las maravillas de este continente", y afirmó haber escrito su nombre "aún a mayor distancia de la en que se encuentra el de Comonfort y varios otros, no queriendo que el Imperio quede atrás en este terreno como en ningún otro". A decir de José Luis Blasio, secretario privado de Maximiliano de Habsburgo, este no acompañó a la emperatriz a la visita. Ella fue recibida con gran pompa en la hacienda de San Gabriel y de ahí cabalgó hasta la caverna. Según el relato de Blasio "su Majestad, teniendo en cuenta los numerosos peligros que abundan al penetrar a esas cavernas, no llegó hasta el último salón […] sino que se detuvo en uno, donde aún pueden los viajeros leer una inscripción que les recuerda el paso de la emperatriz por ese lugar".


A partir de 1910 Cacahuamilpa desapareció de las fuentes hemerográficas y documentales, y fue hasta la década de los veinte que se volvió a tratar el tema, lo que no es extraño dado que para llegar a la gruta había que pasar por el estado de Morelos, zona zapatista que durante los años de la revolución mexicana fue escenario de intensos conflictos.


En 1936, durante la gestión del presidente Lázaro Cárdenas, varios sitios fueron nombrados parques nacionales a lo largo del país. Así, el 23 de abril de ese año se publicó en el Diario Oficial de la Federación el decreto que declaró Parque Nacional la región de las Grutas de Cacahuamilpa, en el estado de Guerrero, ya que el gobierno estaba "obligado a conservar los sitios de interés nacional que reporten beneficios a las regiones donde se encuentran, mejorando sus condiciones naturales para hacerlos más accesibles y atractivos al turismo, como medio de promover el interés de nuestro pueblo, por las bellezas naturales que encierra el territorio".


  1. Recomendación: No se deben tocar las formaciones rocosas dado que nuestras manos contienen grasas que al estar en contacto con la roca la contaminan, deteniéndose así la evolución natural de la formación, con la contaminación el sedimento no adhiere y el tiempo de lavado natural es aproximadamente de 7 semanas.




[1] Formaciones rocosas conformadas principalmente por estalactitas (del griego stalagmites que significa “gota”), son aquellas que desprenden de las bóvedas rocosas, de arriba hacia abajo, de forma cilíndrica hueca; y estalagmitas, suben en forma de velas. Cuando se unen se forma un estalagmate o una columna de contención de caverna, lo cual sucede después de varios millones de años.


[2] Gómez Aguado de Alba, Guadalupe C., La gruta de Cacahuamilpa: un siglo de historia (1835-1936), Instituto de Geografía-UNAM, México.



[3] Op. Cit., La gruta de Cacahuamilpa: un siglo de historia (1835-1936), pp. 15-16.



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