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Capilla del Rosario en Puebla

La Orden de los predicadores, también conocidos como dominicos fue la segunda en llegar a la recién fundada Ciudad de los Ángeles, después de los franciscanos, su llegada a la Nueva España se dio en el año 1526.[1] El obispo Fray Julián Garcés les cedió dos manzanas de la ciudad para edificar su convento. En el siglo XIX, debido a las Leyes de Reforma, el inmueble pasó a ser propiedad del gobierno. Durante el Porfiriato el convento fue demolido para construir el Mercado Guadalupe Victoria.


Del antiguo convento sólo se conserva el templo, algunas capillas, una de ellas La Capilla del Rosario, y la arquería tapiada de la portería que muestra el trabajo de argamasa poblana. En su arco central se observa el escudo de la Orden de los Predicadores, formado por una cruz griega rematada en cada brazo por una Flor de Lis. Éste tiene su origen en el escudo de la familia de Juana de Aza, madre del santo fundador de la orden: Santo Domingo de Guzmán. En el remate de la fachada se encuentra un relieve de este santo esculpido en piedra de Tecali y bajo la ventana central, la imagen de San Miguel Arcángel, a quien está dedicada esta iglesia. También se puede ver un tablero de Talavera del siglo XVIII con la imagen de este arcángel sobre el arco de acceso al atrio.


Las historias en torno a la vida de Santo Domingo[2] nos remontan al año 1208, la Virgen María se le apareció en el monasterio de Prouilhe (Francia), portando un rosario en las manos, enseñándole a rezarlo y pidiéndole que difundiera este rezo entre la humanidad. Por esta razón, esta advocación mariana tiene gran culto entre los dominicos.



En nacimiento de la obra de la Capilla del Rosario, data de 1650 por idea de Fray Juan de Cuenca, la construcción de la capilla fue entonces dedicada a la Virgen del Rosario en el convento poblano de los dominicos, siendo continuada por Fray Agustín Hernández, Fray Boeccio de Zeballos y terminada por Fray Diego Gorozpe. Después de 40 años de arduo trabajo, la capilla fue abierta y consagrada por el obispo Manuel Fernández de Santa Cruz el 16 de abril de 1690, fecha que concuerda con la de fundación de la ciudad.[3] Tal fue el impacto que tuvo la ornamentación simbólica y la fábrica material que meses después se imprimió un libro titulado: Octava Maravilla del Nuevo Mundo en la gran Capilla del Rosario. Dedicada y aplaudida en el Convento de N. P. S. Domingo de la Ciudad de los Ángeles. El día 16 del Mes de Abril de 1690. Al Ilustrísimo y reverendísimo Señor Doctor Don Manuel Fernández de Santa Cruz. Obispo de la Puebla del Consejo de su Majestad. Con Licencia en la Puebla, en la Imprenta Plantiniana de Diego Fernández de León. Impresor, y Mercader de libros. Año de 1690. La decisión de nombrar así el libro, obedeció a algunas ideas en torno a la Capilla del Rosario, pues representa una fuente fundamental de información sobre la misma. La impresión de libros que exaltaban las obras arquitectónicas en la Nueva España fue un medio de propaganda de los criollos para exhibir, ante los peninsulares, la grandilocuencia de las obras en estos territorios del imperio. Así que el título de este impreso poblano enaltece la obra material de la capilla, como en un sentido retórico para referirse a su propio contenido, ya que además de describir en la primera parte la decoración de la capilla, se incluyeron los ocho sermones que se pronunciaron, uno cada día, a partir de su consagración.[4]


La decoración en yesería es una de las maravillas de la capilla, la cubierta con hoja de oro sigue impactando al visitante, así como lo leemos en la fuente primaria Octava Maravilla:


“... es tan de admirar la obra que es de lo más exquisito que se halla cuanto la materia: por ser toda de yeso, género costosísimo, prolijo y de tal condición y naturaleza que molido, sacada la flor y amasad, es más lo que se desperdicia y malogra que lo que se labra y se pule”. El oro que cubre sus muros y bóvedas fue citado en uno de los sermones, ya que además de ser el elemento que se relaciona con la eternidad de Dios, por ser un metal que no se corrompe u oxida, es una de las alegorías en torno a María como “Casa de Oro”.[5]


Así mismo se constata por medio de otras fuentes como lo es el cuarto sermón fray Joseph del Valle en escribió:


Vi la nueva ciudad Santa de Jerusalém que bajaba del cielo: he aquí el tabernáculo de Dios con los hombres...Esta ciudad es la Iglesia y es María, ciudad de Dios, trono y casa de oro...Ven como es María casa de oro que fabricó el poder divino para templo, para trono, para asiento de divino verbo. Luego no sin razón, esta casa que hoy a María Santísima se dedica...es de oro...Si la divinidad es oro, porque es esplendor, porque es luz, debemos con razón buscar el origen, la fuente, la madre de donde tiene el principio, para que así con razón se diga que se debe venerar la madre del oro”. [6]


No es casual a partir de esta idea que, en la clave del arco de entrada a la capilla, un ángel cargue al sol, fuente principal de luz al mundo, en alegoría a Cristo y a la relación con la Virgen María.



La construcción de un conjunto de doble ventana en el tambor de la cúpula es algo inusual, así como la colocación de ventanas sobre el tabernáculo. Con esto se lograba iluminar todo el interior de esta “casa de oro”, con la luz del Sol, interpretado como Cristo. La bóveda de la Capilla del Rosario está dividida en tres secciones que dividen de igual manera los muros laterales. Sobre ellos se colocaron lienzos que tienen como inspiración los Misterios Gozosos, a los que se le aumentó la Visita de los Reyes Magos. Aunque las pinturas no tienen firma, podemos saber su autor gracias a la descripción que fray Juan de Gorozpe escribió al principio de la Octava Maravilla:


No es de menester otra alabanza de la pintura sino el conocimiento del pincel que corrió no tanto por cuenta de la pericia, cuanto por desempeño de la reputación con que sabe obrar el maestro Joseph Rodríguez Carnero”.[7]


En cada una de las secciones de la bóveda se colocaron las alegorías de las virtudes teologales: a) Fe (Fides), sosteniendo la cruz y un cáliz con hostia; b) Esperanza (Spes), portando un ancla. En esta sección de la bóveda también se colocaron seis medallones con símbolos marianos. A la izquierda: el lirio, la azucena (elementos de pureza) y el pozo de la sabiduría. Del otro lado: la rosa mística, el jardín cerrado con el cedro del Líbano (símbolo de la virginidad y de la fortaleza de María) y la fuente de agua viva y c) Caridad (Charitas), abrazando niños por el concepto del amor al prójimo. En los arranques del arco que separa la segunda y tercera sección de la bóveda, se colocaron sirenas que han motivado diversos significados. Debido a que este ser mitológico ha sido considerado como demoniaco, es posible que haya sido colocado utilizando este significado, pero enredando su cuerpo entre la decoración, atrapándola y restringiendo su movimiento, a manera de enseñanza en torno a que el mal es detenido en este lugar dedicado a María. En los arcos de la bóveda central se colocaron elementos simbólicos difíciles de apreciar. En la clave del primero hay un pelícano que hiere su pecho para dar de beber su sangre a sus hijos, alegoría del sacrificio de Cristo por los hombres. En la clave del segundo una corona, en referencia a María como reina de cielos y tierra, y a lo largo del tercer arco se labraron siete flores, posiblemente en relación con los sietes gozos de María, de tradición franciscana, que son los misterios gozosos más la Resurrección de Cristo y la Asunción de María.



Siguiendo el camino trazado por las Virtudes Teologales llegamos entonces a una figura en la cúpula: la Gracia Divina, que acompaña a las personificaciones de los Siete Dones del Espíritu Santo que son el entendimiento, la fortaleza, la piedad, la ciencia, el consejo, la sabiduría y el temor a Dios; colocadas en cada uno de los gajos de la cúpula ochavada. Aquí nuevamente se repite el uso del ocho como elemento simbólico de la Capilla, pues la planta octagonal se ha relacionado con la cúpula del templo de Salomón y, por lo tanto, con la búsqueda de una arquitectura perfecta. En el centro de la cúpula se encuentra una paloma, símbolo del Espíritu Santo, con una inscripción que significa “el espíritu de Dios descansará sobre ella”, en alusión a María. Las ventanas pares, permiten un juego de luz que inunda este espacio de tal manera que arquitectura y mensaje simbólico quedan amalgamados perfectamente. Junto a las ventanas se colocaron 16 figuras de vírgenes que dedicaron su vida a Cristo. Las que llevan en la mano una palma fueron santas mártires que murieron defendiendo la fe cristiana: Tecla, Bárbara, Cecilia, Lucía, Catalina de Alejandría, Úrsula, Águeda, Inés, Anastasia y Apolonia; aunque también hay monjas: Clara, Getrudis, Ludgarda, Rosa de Viterbo y Teresa de Ávila e incluso, una ermitaña: Rosalía.


Bajo esta cúpula se encuentra el tabernáculo que contiene la efigie de la Virgen del Rosario. En cada esquina se colocaron tres columnas de Piedra de Tecali, sumando doce que custodian a María, representando a los doce apóstoles como columnas de la fe. En el segundo cuerpo se colocó la imagen de Santo Domingo, rodeado por columnas salomónicas y por las imágenes de santos y santas de su orden, que también custodian a María. Rematando este conjunto arquitectónico se colocó la imagen del arcángel Gabriel.


En los muros del crucero hay dos grandes lienzos que representan dos misterios gloriosos del Rosario. Uno de ellos es el cuarto misterio: la Asunción de María, inspirada en la obra de Pedro García Ferrer para el retablo de los Reyes de la Catedral, y el quinto misterio: la Coronación de María. Si se considera que el tercer misterio glorioso es la Venida del Espíritu Santo que desciende sobre María y los apóstoles, entonces se puede asegurar que el conjunto formado por la imagen de la Virgen del Rosario rodeada por las 12 columnas bajo la cúpula, representa este misterio. La parentela de María y los evangelistas también están representados en el crucero, además de santas dominicas. En el lado del evangelio se encuentran, flanqueando la ventana principal, San José con el niño y Santa Isabel con su hijo Juan el Bautista. En la parte de abajo San Mateo, con un ángel sosteniendo el libro, y San Juan con un águila. Debajo de la cornisa, antes del arranque del arco, están Santa Inés de Montepulciano con un cordero sobre un libro y Santa Catalina de Siena que no puede ser vista por estar en el muro frente a la otra santa dominica. En el lado de la epístola se colocaron a los padres de María, Santa Ana y San Joaquín junto a la ventana. Los evangelistas son: San Marcos con un león a sus pies y San Lucas con un toro. Las santas dominicas elegidas para esta zona del crucero fueron Santa Rosa de Lima llevando al niño Jesús entre flores y a la Beata Margarita di Castello.[8]


La ciudad de Puebla tiene un enorme y rico legado artístico en diversas épocas, posterior a la conquista, el arte religioso católico trajo consigo un mecanismo de adoctrinamiento bajo las imágenes como medio de difusión de su fe, dogmas, modelo de vida, a través de la Capilla del Rosario podemos descubrir estos discursos simbólicos. Además, la calidad artística de las pinturas, yeserías, retablos, esculturas y de la propia arquitectura es muestra del gran desarrollo que tuvo la Ciudad de Puebla durante el siglo XVII y que en la Iglesia de Santo Domingo y la Capilla del Rosario tiene uno de sus mejores exponentes.





Bibliografía.


  • Rubial García, Antonio, Las Ordenes Mendicantes Evangelizadoras en Nueva España y sus Cambios Estructurales Durante los Siglos Virreinales, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2010.


  • Gómez Chacón, Diana Lucia, Santo Domingo de Guzmán, Universidad Complutense de Madrid, 2009.


  • Semblanza de autores, Guía de Patrimonio de la Ciudad de Puebla, México, 2010.


  • Octava Maravilla del Nuevo Mundo en la gran Capilla del Rosario. Dedicada y aplaudida en el Convento de N. P. S. Domingo de la Ciudad de los Ángeles. El día 16 del Mes de Abril de 1690. Al Ilustrísimo y reverendísimo Señor Doctor Don Manuel Fernández de Santa Cruz. Obispo de la Puebla del Consejo de su Majestad. Con Licencia en la Puebla, en la Imprenta Plantiniana de Diego Fernández de León. Impresor, y Mercader de libros. Año de 1690. México, 1690.




[1] Rubial García, Antonio, Las Ordenes Mendicantes Evangelizadoras en Nueva España y sus Cambios Estructurales Durante los Siglos Virreinales, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2010, pp. 215-236.


[2] Gómez Chacón, Diana Lucia, Santo Domingo de Guzmán, Universidad Complutense de Madrid, 2009.

Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de Frailes Predicadores, fue canonizado el 13 de julio de 1234. A pesar de haber fallecido en 1221, su cuerpo no gozó de un enterramiento digno de su memoria hasta el 31 de mayo de 1233, momento en el que sus reliquias fueron trasladadas al Arca di San Domenico, en la iglesia de Santo Domingo de Bolonia, donde todavía hoy descansan. Ya en 1247 se incide en la necesidad de mantener vivo el recuerdo del santo burgalés en los conventos dominicanos por medio de su imagen figurada, la cual habría de ser empleada a modo de reclamo espiritual. Desde ese momento, la imagen de santo Domingo de Guzmán fue objeto de algunas transformaciones, llegando a convertirse a finales de la Edad Media tanto en la raíz unificadora del arbre-ordo como en un instrumento propagandístico y legitimador del Santo Oficio.


[3] Op. Cit., Rubial García, Antonio, pp. 220-230.


[4] Semblanza de autores, Guía de Patrimonio de la Ciudad de Puebla, México, 2010, p. 65.


[5] Octava Maravilla del Nuevo Mundo en la gran Capilla del Rosario. Dedicada y aplaudida en el Convento de N. P. S. Domingo de la Ciudad de los Ángeles. El día 16 del Mes de Abril de 1690. Al Ilustrísimo y reverendísimo Señor Doctor Don Manuel Fernández de Santa Cruz. Obispo de la Puebla del Consejo de su Majestad. Con Licencia en la Puebla, en la Imprenta Plantiniana de Diego Fernández de León. Impresor, y Mercader de libros. Año de 1690. México, 1690.


[6] Op. Cit., Guía de Patrimonio de la Ciudad de Puebla, p. 67.


[7] Op. Cit., Guía de Patrimonio de la Ciudad de Puebla, p. 69. Cita de la obra Octava Maravilla del Nuevo Mundo en la gran Capilla del Rosario.


[8] Op. Cit., Guía de Patrimonio de la Ciudad de Puebla, p. 53-75. La información referente a la descripción de la Capilla del Rosario, forma parte de la obra citada.


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